Francisco Bustos es diabético, hipertenso y se contagió de coronavirus. Pero se sobrepuso y ahora busca ayudar y disfrutar de las pequeñas cosas en su querida Santa Rosa.
A esta altura de las circunstancias, Francisco César Bustos, oriundo de Las Catitas en Santa Rosa, puede asegurar que nació tres veces. La primera fue el 9 de marzo de 1958. Las dos restantes, durante esta cuarentena que recordará eternamente: el 24 de agosto pasado, cuando sorteó un trasplante de corazón, y el 28 de septiembre cuando, luego de haber contraído Covid-19, el hisopado por fin le dio negativo.
“Es un verdadero milagro. Evidentemente, no era mi momento”, reflexiona Pancho, quien se recupera en cercanías del hospital Italiano, donde fue intervenido, en compañía de su esposa Viviana.
Jubilado de la actividad metalúrgica y hoy contratado por el municipio de Santa Rosa, Pancho tiene tres hijos: Anabel, Valeria y Lucas; y tres nietos, Joaquín, Kiara y Azul.
Diabético e hipertenso, dos años atrás fue diagnosticado con una cardiopatía dilatada, es decir, el corazón agrandado. La necesidad de un trasplante se hacía inminente. “Mis chances de vida eran mínimas pero, si recibía el órgano, las posibilidades de vivir aumentaban un 90%”, recuerda.
Con temores, se la jugó y fue para adelante con una decisión difícil aunque sin imaginar la pandemia que cambiaría el mundo. Pancho llegó al sanatorio y estuvo asistido por un balón de contrapulsación como puente al trasplante.
Una vez realizada la cirugía de alta complejidad, pasó a terapia intensiva. Una semana más tarde se contagió de Covid-19, al igual que su esposa, y ambos fueron aislados. “Sufrí neumonía, pérdida de gusto y olfato. Mi señora también fue positiva pero sin síntomas”, aclaró.
En suma: a su enfermedad de base, diabetes, hipertensión y cardiopatía dilatada, Pancho sumó un trasplante y Covid-19. Pero dice que se siente mejor que nunca.
“Deseo, a partir de ahora, disfrutar de las pequeñas cosas, que a veces uno no ve. Disfrutar de mis nietos, ayudar a la gente y replantearme miles de situaciones que antes me preocupaban”, señala, mientras sigue agradeciendo a una lista sin fin.
Así, enumera al Instituto Coordinador de Ablación e Implante de Mendoza (Incaimen), a su donante -según supo, era de Córdoba-, a todo el equipo del hospital Italiano, al municipio de Santa Rosa junto a todos los vecinos. Pero tiene especial gratitud la obra social OSEP, que se hizo cargo de todos los gastos que generó la intervención y su permanencia en Ciudad. Aunque hay un agradecimiento aún más especial: “En particular, a mi familia, a Dios y a la vida”, concluye, emocionado. L Andes