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jueves, noviembre 21, 2024
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Don Tapia, el ermitaño de Desaguadero: una creencia popular que se expande

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Tapia, un ermitaño que vivió en una cueva, a la vera de la ruta 7, entre los `60 y 1989, es objeto de culto entre camioneros y vecinos de Desaguadero y La Paz

“Juez de Paz, Tafí Viejo y Tucumán” era lo único que decía de corrido. Después solo palabras sueltas, sin lógica. Y silencio, mucho silencio. Y gestos, grandes ademanes sin mucho sentido. Así era Don Tapia; Francisco Tapia según el recuerdo de algunos, un ermitaño que vivió a la vera de la ruta, cerca de Desaguadero, entre 1969 y hasta que murió en 1989, en una cueva cavada en la tierra cubierta con algunos trapos. Aún cuando estaba vivo la creencia popular sostenía que concedía favores milagrosos y ahora, a 32 años de su muerte, su refugio y su recuerdo son objeto de culto.

“Llegó a Desaguadero hacia 1969 o 1970 cuando se estaba construyendo la ruta 7”, cuenta Juanjo Furlotti, vecino de La Paz, actual responsable del área Turismo del departamento. “La gente creyó que era uno de los tantos obreros que trabajaba en la construcción de la ruta (la anterior a la doble vía), pero la obra avanzó, se concluyó y Don Tapia se quedó ahí. Era un ermitaño”.

Había guarecido su humanidad en una cueva que él mismo había cavado entre médanos, muy cerca de la ruta, y que había tapado con algunos trapos y trozos de nailon quizás, a unos 3 kilómetros al oeste de la pequeña villa de Desaguadero. Ahora está allí una ermita.

Don Tapia no solía frecuentar ni esa villa ni el pueblo de La Paz. Cuando tenía alguna necesidad que él mismo no podía resolver, como por ejemplo la provisión de agua, se instalaba en la banquina con un tarro, esperando que alguien parara a convidarle un poco.

“Muchos lo recuerdan limpiando la banquina, haciendo un buen espacio como invitación para que los vehículos se detuvieran allí. Con el tarrito hacía algunos gestos y tiraba arena al aire, como para comunicar su necesidad de agua”, cuenta Juanjo.

Los camioneros comenzaron a parar allí, primero para ofrecerle agua a Don Tapia y, después, hasta para quedarse un rato a compartir unos mates o comer algo con él. Y le dejaban agua suficiente y algunos víveres. Esto mismo hacían los vecinos de la zona, que se encargaban que no le faltara nada. El refugio del ermitaño terminó siendo parada de descanso para muchos, antes de recorrer el último tramo hacia la ciudad de Mendoza.

Incluso se hicieron algunos intentos para rescatarlo de la soledad y darle un mejor pasar, pero Don Tapia regresaba siempre a su lugar, prefiriendo la ausencia.

En el Registro Civil de La Paz está su certificado de defunción, que dice que falleció en la siesta del 23 de abril de 1989. Los relatos del lugar cuentan que Don Tapia murió después de que lo mordiera una víbora.

En ese mismo certificado se da cuenta que su fecha de nacimiento había sido un día patrio, el 9 de Julio de 1936 (según este registro tenía 53 años cuando murió), que era indocumentado y se da por lugar de nacimiento a Tucumán.

Los restos de Francisco Tapia fueron depositados en el cementerio en La Paz pero, hace poco, se aprobó una ordenanza pedido de los vecinos de Desaguadero, autorizando que sus restos sean trasladados al cementerio de ese paraje.

Un pagaré milagroso

En los años que Don Tapia estuvo allí, fueron tejiéndose algunas creencias. Los que paraban, especialmente los camioneros, aseguraban que los actos de bondad con Don Tapia aseguraban un buen viaje y hasta el cumplimiento de algunos pedidos especiales.

Quizás esta creencia se haya fortalecido con el hecho de que el ermitaño, después de recibir el agua o algún alimento, agarraba un carbón y, en un papel, hacía unos garabatos que luego entregaba a su favorecedor, como pagaré o constancia de que el favor sería devuelto.

Con su fallecimiento esa creencia popular se potenció y ahora, hay una buena casilla como ermita al costado de la ruta, en el mismo sitio donde vivía Don Tapia, y cruces, botellas con agua, palcas de agradecimiento y flores de plástico.

Las palcas dan agradecimiento por haber cumplido un pedido: una casa, la recuperación de la salud, muchas otras necesidades que están implícitas en esos mensajes.

Nadie supo nunca, nadie sabe aún, quién era Francisco Tapia. Hay varias versiones sobre su origen y, debido a su reiterada frase “juez de Paz, Tafí Viejo y Tucumán”, se descuenta que era originario de allí.

Como todos los ermitaños, se le atribuye una vida pasada próspera, que fue truncada por alguna tragedia que desembocó en locura. Pero ninguna de las versiones tiene certezas ni pudo ser comprobada jamás.

Después de tantos años, quizás sea mejor así. Que Don Tapia sea parte del paraje de Desaguadero, que sea parte del camino, que sea un favorecedor pobre y loco. Un alma simple.

Por: Erinque PFAAB

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