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domingo, noviembre 24, 2024
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Juan, el hombre que resucita el sueño de los barriletes caseros

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Juan Álvarez tiene 59 años y cuatro hijas.

El sueño de un niño está hecho de cañas, papel, pegamento, hilo y la tira de una sábana vieja. El sueño de todos los niños es igual, el de hace 50 años y el niño de ahora. La tecnología no ha podido cambiar eso. Es el caso de Santiago, un niño de 6 años, y también el de Juan Álvarez, un niño de 59. Nieto y abuelo.

Desde hace ya bastantes años, y ahora aún más en tiempos de pandemia y encierro obligatorio, que don Juan hace barriletes. Caseros, en su casa, como se han hecho desde siempre. Muchos los regala para los niños que no pueden comprarlos, otros los vende “para hacer unos pesos y ayudar en casa, porque estoy parado desde que empezó la cuarentena”, cuenta.

Juan nació en Quilmes. Allí pasó su infancia. “Éramos 6 hermanos de una familia muy pobre”, cuenta, y agrega que “a mi me apasionaba la bolita, el trompo, el yoyó… pero, lo que más me gustaba, eran los barriletes. Cuando veía uno se me ponía la piel de gallina. Pero llegar a tener un barrilete no era tan fácil. Una cosa era tener alguna una figurita, de esas con las que se jugaba en la escuela, pero tener barrilete era otra cosa…”, dice.

Pero siempre hay un mago cerca de un niño soñador. “Cerquita de mi casa estaba el Club 11 Corazones. Ahí había un señor que hacía unos barriletes bárbaros. Cachi se llamaba y yo me pasaba horas enteras mirando cómo fabricaba los barriletes”, relata.

Fue Cachi quien le regaló el primer barrilete a Juan. “Yo había aprendido a remontarlos, viendo a otros niños. No tenía hilo, entonces le pedí a mi mamá, pero ella tampoco tenía y me dijo: ‘no tengo, Juancito, pero tengo un ovillito de lana'”. Ese niño dice ahora, 53 años después: “Para algunos puede ser una tontería, pero yo sé lo que causa remontar un barrilete en el corazón de un chico”.

En 1979 Juan Álvarez llegó a Mendoza. Era suboficial del Ejército, había estado en la Escuela Sargento Cabral y fue destinado al RIM 16, de Uspallata. “En el ’83 conocí a mi esposa, María Isabel, que es nacida y ha vivido toda su vida en Rivadavia, y nos casamos  7 meses después”.  En el ’86 Juan pidió la baja y se quedaron a vivir en la tierra natal de la mujer.

Santiago, el nieto de Juan

Tuvieron 4 hijas. Una de ellas, Florencia Álvarez, quien fue reina de la Vendimia de Rivadavia en 2015 y en 2018 fue la malambista que cerró el espectáculo de la Fiesta Nacional en el Frank Romero Day. Meli, otra de sus hijas, fue la que en estos días replicó por las redes la pasión por los barriletes de su padre y lo publicitó, para que pueda vender algunos.

“Ocurrió algo que me emociona mucho”, dice, y se le quiebra la voz. “Una chica de Buenos Aires se contactó con mi hija, le pidió que yo le hiciera un barrilete y que se lo regalara a algún chico de Mendoza. Y a los 5 minutos de mandar ese mensaje me depositó la plata en la cuenta bancaria. Hay buena gente, todavía”, asegura el hombre.

Entre aquella niñez de Juan y esta adultez fingida, pasaron varios años en donde el barrilete fue un recuerdo. Pero un buen día, “después de muchos años, empecé a hacer barriletes para mis hijas, para sus amigas… Y empecé a hacer para los Días del Niño, para los inviernos, cuando hay un poco de viento. Los chicos siempre me piden que les haga. A mí me gusta mucho donarlos, para que los sorteen entre los chicos que menos tienen”.

Juan indica que en esta pandemia “estoy parado desde marzo, sin hacer nada. Estoy en el grupo de alto riesgo, porque tengo diabetes. Entonces me puse a hacer barriletes para vender y ayudar a la economía hogareña”.

Cuenta que “no he visto nunca en Mendoza barriletes como los que yo hago”. Prefiere hacerlos con forma de estrella, pero también fabrica otras variantes. Dice que, su primer paso, “es ir a un cañaveral. Busco cañas gruesas y secas, porque la caña verde es muy pesada. Compro papel de barrilete en la librería, ovillos de hilo…”, y detalla los pasos y los secretos, que por ahora no serán develados.

Dice que usa papel, pero también “papel de diario, el plástico negro de las bolsas de consorcio, las bolsas de los supermercados”.

Afirma que para remontarlo “solo es necesario que sople un poquito viento y buscar un potrero. El padre debe irse unos metros, el chico tiene que gritarle ‘¡soltalo!’ y empezar a corren un poquito e ir largándole el hilo”.

Dice que el mejor lugar para remontar barriletes en Rivadavia es en las canchas de fútbol, atrás del polideportivo, en el parque municipal.

Recalca que ahora disfruta que Santiago, su nieto de 6 años, repita su historia.

Juan nunca ha volado en globo. Reconoce que sería la forma de volar en barrilete. Nunca es tarde para cumplir el sueño de un niño.Por Enrique Pfaab

Para pedidos: +54 9 2634 27-5012

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